(Imagen de "Amir K")
Me cuenta un familiar una anécdota que le ocurrió cuando empezó a trabajar en la nueva empresa.
Durante un descanso fue a tomar café al bar junto a uno de los ingenieros, superior suyo. Estaba tan enfrascado en la conversación que rasgó el sobrecillo del azúcar, y lo volcó sin mirar dónde lo echaba.
El ingeniero estaba fumando y entre bocanada y bocanada comentaban proyectos futuros de la empresa. Mientras tanto, mi allegado, daba vueltas sin cesar a la cucharilla, atento a la conversación. Como tenían prisa, se bebió el café de un trago, sintiendo un gran amargor en su paladar. Al mismo tiempo, empezó a llegarle a su nariz un extraño olor a caramelo quemado.
El ingeniero, mirando al cenicero, donde había dejado encendido su cigarro, exclamó:
- Mira que hay gente guarra. ¡Echar el azúcar en el cenicero....!
Y mi familiar, con una cara tremenda de asco, sin necesidad de forzarla, afirmó:
- De verdad. ¡Los hay guarros!
2 comentarios:
Mejor...que el azucar engorda...Besos, que tal las "vacas"?.
Carla: jajaja. Las vacas han estado tan auténticas, que mira cuándo respondo a los comments. Saludetes.
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